Placer y dolor

¿Por qué comemos picante?

Recuerdo una anécdota que me contaron mis padres de la primera vez que comí chile. Mi reacción fue la de hacer gestos raros, coger aire por la boca y hacer aspavientos con las manos mientras decía: —Pica, pica… Más…

En otro artículo determinamos que comer chile produce dolor, puedes leerlo en la entrada: «¿Qué pasa en el cuerpo al comer chile?». Pero hoy nos preguntamos, ¿por qué una pequeña niña que apenas habla querría sentir más dolor? ¿El placer entra en juego en nuestras sensaciones? ¿Por qué disfrutamos tanto de algo que nuestro cerebro dice que duele?

La respuesta la encontramos en un aprendizaje social. El cerebro dice ¡peligro!, pero sabemos perfectamente que no va a hacernos daño. Yo veía a mis padres comerlo y por eso quise probarlo, mi subconsciente sabía que no iban a darme algo perjudicial para mí. Así que, sin peligro, solo nos queda una sensación intensa y una experiencia que además nos altera la consciencia de algún modo.

Endorfinas, las hormonas del placer

Efectivamente, cuando comemos picante entramos en un estado en el que se modifica nuestra forma de entender la realidad, igual que lo haría un opiáceo.

¿Recuerdas eso que decían las abuelas de que la adormidera (amapola) les quitaba todo el mal a los niños? Pues el chile hace algo parecido en el cerebro, pero en dosis tan pequeñas que ni siquiera nos damos cuenta y en ningún momento llega a ser dañino para nosotros (bueno, todo con medida si no quieres dañarte el estómago).

Cuando nos enchilamos, la respuesta que tiene el cerebro ante el dolor es liberar endorfinas para que, una vez avisado el cuerpo de que corre peligro, neutralicen el dolor. Este bloqueo da una sensación de placer que también puede crear una especie de adicción; dicen que el picante se quita con más picante. Esto no es del todo así, pero tiene cierta lógica cuando pensamos que cuanto más nos expongamos a la capsaicina, más endorfinas libera el cerebro. Al final se va generando una especie de tolerancia a la sensación de picor porque nos compensa el tener cada vez más hormonas del placer.


Así que, si ya sabíamos que comer chile puede ayudar a la salud, aquí encontramos un beneficio más que nos aporta esta maravillosa planta: nos produce placer mientras le da esa sazón especial a la comida y nos estimula los sentidos. Sí, tal vez nos haga llorar un poco o tener que sonarnos la nariz, pero esas son pequeñeces comparadas con todo lo bueno que nos aporta el chile.

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